
Para poder realizar cualquier labor, ocupación o profesión se necesita un instrumento, el cual es la base de nuestro trabajo. En nuestro caso, me refiero a quienes nos dedicamos a la educación, y específicamente, a la educación preescolar y especial. Nuestro instrumento de trabajo es “la paciencia, la tolerancia y la dedicación”.
Este instrumento de trabajo es muy delicado y de mucho cuidado, ya que se pierde con facilidad en la mayoría de las personas. Pero nosotros debemos cultivarlo, protegerlo y de la misma manera, proteger nuestra identidad como persona integral.
Hace un tiempo atrás, escuché en un seminario, sobre las “profesiones de riesgo”, y dentro de las primeras, están las relacionadas a la educación, especialmente con niños de alto riesgo, con niños con necesidades educativas especiales y con preescolares.
¿A qué se refieren los riesgos que corremos los educadores? Se aplica a las exigencias emocionales que estas profesiones requieren, el desgaste producido por las particularidades de cada niño y sus familias, cada paso que damos en nuestra profesión nos exigen un autocuidado, despegarse de las vivencias laborales (dentro de lo posible)
Es efectiva la dificultad de nuestra tarea al involucrar sentimientos y emociones, el desapego de los afectos, es casi imposible, cuando vivimos a diarios con estas bellas personitas, quienes nos demandan todo el tiempo y para quienes somos un ejemplo de vida, la responsabilidad que eso nos conlleva es amplia y debemos ser cautelosos. Y a la vez el trabajo que se realiza con los padres y familias, quienes nos transmiten sus miedos, temores y exigencias día a día.
La emoción, muchas veces, es algo imposible de controlar, esos sentimientos de alegría, tristeza, miedo, enojo, que compartimos con nuestros niños y sus familias.
Ahora, no involucrarse es poco probable, pues es la única manera de entregar nuestros conocimientos, valores, hábitos, afectos. Pero de alguna manera tenemos la obligación como personas, de cuidar nuestra integridad emocional.
¿Dé qué manera podemos hacerlo?
En el seminario en el cual estuve (SOPNIA) (Sociedad de psiquiatría y neurología de la infancia y la adolescencia) se habló el tema de las alternativas de autocuidado, y algunas de ellas son:
No llevar trabajo a la casa
No involucrar a nuestra familia en la labor que realizamos
Hablar de nuestro trabajo, solo con personas de nuestro trabajo
Descansar mucho
Tener momento de inactividad mental
Ir al sicólogo cuando creamos que sea necesario
Utilizar ejercicios de relajación de mente y cuerpo, como yoga, tai Chi, Reiki
Disfrutar de los momentos en familia
Proteger los grupos de trabajo, evitar malos ratos y malos entendidos entre nuestro entorno laboral
Observarnos mucho, ya que es responsabilidad nuestra el cuidado personal, cuidar nuestro instrumento de trabajo, que está tan ligado a nuestros sentimientos y emociones.
Nuestra labor es la base de la educación, formamos personas para el futuro y para el presente, no olvidemos que somos los responsables de la entrega de los valores que sustentarán su educación futura.
Este instrumento de trabajo es muy delicado y de mucho cuidado, ya que se pierde con facilidad en la mayoría de las personas. Pero nosotros debemos cultivarlo, protegerlo y de la misma manera, proteger nuestra identidad como persona integral.
Hace un tiempo atrás, escuché en un seminario, sobre las “profesiones de riesgo”, y dentro de las primeras, están las relacionadas a la educación, especialmente con niños de alto riesgo, con niños con necesidades educativas especiales y con preescolares.
¿A qué se refieren los riesgos que corremos los educadores? Se aplica a las exigencias emocionales que estas profesiones requieren, el desgaste producido por las particularidades de cada niño y sus familias, cada paso que damos en nuestra profesión nos exigen un autocuidado, despegarse de las vivencias laborales (dentro de lo posible)
Es efectiva la dificultad de nuestra tarea al involucrar sentimientos y emociones, el desapego de los afectos, es casi imposible, cuando vivimos a diarios con estas bellas personitas, quienes nos demandan todo el tiempo y para quienes somos un ejemplo de vida, la responsabilidad que eso nos conlleva es amplia y debemos ser cautelosos. Y a la vez el trabajo que se realiza con los padres y familias, quienes nos transmiten sus miedos, temores y exigencias día a día.
La emoción, muchas veces, es algo imposible de controlar, esos sentimientos de alegría, tristeza, miedo, enojo, que compartimos con nuestros niños y sus familias.
Ahora, no involucrarse es poco probable, pues es la única manera de entregar nuestros conocimientos, valores, hábitos, afectos. Pero de alguna manera tenemos la obligación como personas, de cuidar nuestra integridad emocional.
¿Dé qué manera podemos hacerlo?
En el seminario en el cual estuve (SOPNIA) (Sociedad de psiquiatría y neurología de la infancia y la adolescencia) se habló el tema de las alternativas de autocuidado, y algunas de ellas son:
No llevar trabajo a la casa
No involucrar a nuestra familia en la labor que realizamos
Hablar de nuestro trabajo, solo con personas de nuestro trabajo
Descansar mucho
Tener momento de inactividad mental
Ir al sicólogo cuando creamos que sea necesario
Utilizar ejercicios de relajación de mente y cuerpo, como yoga, tai Chi, Reiki
Disfrutar de los momentos en familia
Proteger los grupos de trabajo, evitar malos ratos y malos entendidos entre nuestro entorno laboral
Observarnos mucho, ya que es responsabilidad nuestra el cuidado personal, cuidar nuestro instrumento de trabajo, que está tan ligado a nuestros sentimientos y emociones.
Nuestra labor es la base de la educación, formamos personas para el futuro y para el presente, no olvidemos que somos los responsables de la entrega de los valores que sustentarán su educación futura.